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Neus Carmona Camoira

Esta semana, la OCDE, ha dado a conocer las previsiones y recomendaciones para la economía española. En materia fiscal, la OCDE, aprecia que el sistema impositivo español está demasiado dirigido hacia las rentas del trabajo, especialmente a las cotizaciones a la Seguridad Social, que a su juicio, deberían reducirse, ya que considera que se trata de tributos que van en contra del crecimiento económico y el empleo. Sin embargo, plantea, que en España se mantienen «relativamente bajos» los impuestos indirectos que gravan el consumo, y su recomendación va en la línea de gravar todos los productos y servicios al 21%.

En materia de deducciones apuesta por «eliminar o reducir sustancialmente» las deducciones por aportaciones a planes de pensiones.

En relación a los impuestos medioambientales, la OCDE recuerda que en España suponen un 1,5 % del PIB, «considerablemente menos» que en otros sistemas fis cales europeos, en los que están en ocasiones por encima del 4 %.

Me gustaría poner de manifiesto mi opinión, en relación con estas recomendaciones.

La reducción de las cotizaciones a la Seguridad Social, supondría, en estos momentos, una disminución de los ingresos del Estado, que podría repercutir de forma inmediata en la población que percibe prestaciones, pero sobre todo, a medio y largo plazo, repercutirá en la población activa, al reducir sus expectativas de cobro en el futuro. No parece el momento más acertado para la aplicación de ésta medida. El tan repetido y esperado incremento de la producción y crecimiento como consecuencia de políticas de reducción de costes empresariales, tiene en estos momentos efectos muy limitados, ya que los problemas principales de las empresas no pasan por las cotizaciones. Otra cosa sería mantener esos niveles de cotización, hecho que acarrearía un peso relat ivo más bajo en el conjunto de los ingresos del Estado pero a medio y largo plazo, y una reducción de costes en términos relativos para las empresas.

En un mundo globalizado como el actual, es difícil pensar que el tejido empresarial no tendrá en cuenta las oportunidades que se dan en otras partes del mundo y en consecuencia busque fórmulas alternativas de ahorro de costes y maximización del beneficio. Pero más allá de una carrera en busca de la localización óptima que permita el mayor ahorro de costes, deberíamos apostar por consolidar el tejido empresarial con políticas a medio y largo plazo y un compromiso de sostenibilidad en el tiempo.

El incremento de los tipos impositivos situándolos todos en el 21% tendría directamente un efecto recaudatorio importante, si bien, cabria analizar a costa de qué. El segmento de población más afectado por ésta medida sería la clase media y baja que atraviesan en est os momentos por dificultades económicas serias a causa del desempleo y la reducción en los ingresos que se ha producido en los hogares en estos últimos años. Por otra parte, este segmento de la población, es el que más consume, en términos relativos, productos de primera necesidad que están gravados en muchos casos con lo tipos más reducidos. En definitiva, comportaría una reducción del consumo en ese segmento de población y una brecha más importante entre clases, con un agravamiento de las diferencias sociales. No deberíamos olvidar que el crecimiento y el desarrollo de un país se producen por una mejora de la situación económica de la mayoría de su población, y no por el de un reducido segmento de la misma.

Es habitual que las cosas que buscan una cierta equidad o justicia vayan acompañadas de complejidad. La simplificación por la que apuesto, no puede llevar enmascarado un sistema más injusto. &n bsp;La unificación de tipos impositivos del IVA si bien comportaría simplificación, creo que también redundaría en una mayor inequidad. Los hábitos de consumo difieren mucho entre clases sociales, mayores niveles de renta siempre han comportado niveles de consumo más elevados y adaptados a la renta que se percibe. Un incremento en la renta de 1.000 no lleva aparejado un ahorro de 1.000. Inicialmente generará un ahorro al que rápidamente nos habituaremos. Si nuestro perfil es ahorrador, ahorraremos una parte de esa renta al igual que seguramente ya hacíamos con una renta inferior, si nuestro perfil es de consumo, en poco tiempo ese incremento se habrá convertido en una serie de necesidades adicionales que hasta ese momento no teníamos.

Si pasamos a analizar el capítulo de deducciones del impuesto de la renta, debemos tener en cuenta el motivo por el cual se implantaron esas deducciones como por ejemplo, las aportaciones a planes de pensione s, la compra de vivienda habitual, etc. y analizar, si realmente consiguieron el objetivo que perseguían y si en la actualidad ese objetivo se mantiene. La recaudación es importante, pero no debemos olvidar que muchas de las medidas que se toman no consiguen un aumento en la recaudación sino, al contrario, un cambio de hábitos en la población, por tanto, éste es el cambio que deberíamos analizar con más profundidad.

Si el objetivo a largo plazo es reducir el peso relativo de las cotizaciones sociales en el mapa recaudatorio, deberíamos apostar por medidas que favorezcan las contribuciones empresariales e individuales a planes de pensiones orientados a la jubilación y a la cobertura de las contingencias de riesgo.

Por lo que respecta a los impuestos medioambientales, la idea de incrementarlos puede ser una buena medida, pero no por su capacidad recaudatoria, que creo que será muy limitada, sino por la mejora que puede representar a nivel medioambiental a medio y largo plazo.

Algo que hoy parece fuera de toda discusión es la necesidad de disponer de un sistema tributario que permita al Estado, entendido éste en su conjunto, recaudar fondos para hacer frente a los gastos del mismo. Seguramente, será más difícil ponerse de acuerdo en los niveles de recaudación e intervención necesarios del Estado en la Sociedad.

Desde el prisma del individuo, el papel que cada uno de nosotros desempeña en esa Sociedad, es uno de los factores que contribuye de una forma decisiva a configurar nuestra propia visión del sistema.

Una Sociedad en la que uno de los objetivos, me atrevería a decir principales, del individuo es la búsqueda de alternativas para “pagar menos” es como una guerra de estrategia permanente en el que las Leyes y la Reglamentación tienen la batalla perdida de antemano. Casi po dríamos decir que forma parte de nuestro ADN aquello de que “Hecha la ley, hecha la trampa”.

Creo sinceramente que una de las principales asignaturas pendientes en este país, es la toma de conciencia, por parte de los individuos, organizaciones y los diferentes estamentos de gobierno, de la necesidad de participación, contribución y responsabilidad que cada uno de nosotros debe asumir para el sostenimiento del sistema. Hasta que ese momento no llegue, no conseguiremos tener un sistema asentado sobre los principios económicos de equidad, eficiencia, sencillez y suficiencia.