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Pere Canet Oliver

Saludos a todos,

Cualquier sistema fiscal no se justifica por él mismo, sino que su estructura, sus diferentes impuestos y sus tipos impositivos van ligados a la situación del país, tanto desde el punto de vista del mapa político de ese país, como sobretodo desde el marco económico.

Al plantear una reforma, por tanto, lo primero a tener en cuenta es que la situación no va a ser siempre la misma, y aunque en España las previsiones de crecimiento económico sean escasas y el déficit muy elevado, no se ha de caer en el error de establecer un sistema basado en resolver una recesión económica, un déficit público, o en hacer pagar dicha recesión a la clase trabajadora o a la rica, ya que en un futuro de prosperidad el sistema debería ser cambiado otra vez.

Atendiendo al IRPF, el principal defecto se basa en las diferencias que este presenta entre una comunidad autónoma y otra. Desde el momento en que la comunidad donde se recauda di cho impuesto tiene derecho sólo a un 50% sobre él, establecer tipos distintos en cada comunidad o establecer deducciones diferentes, no deja de ser un hecho injusto para los territorios con una presión más elevada. Por tanto, se debería buscar una mayor armonización a nivel estatal, existiendo dos opciones. En primer lugar, un federalismo fiscal, cada comunidad fija la presión deseada y solamente ella recoge sus beneficios, o bien, una nivelación de la presión, si el impuesto se va a repartir en todo el estado, que en cada territorio se establezcan las mismas características impositivas.

Por lo que se refiere al impuesto sobre sociedades, debería tener más aún en cuenta los tamaños empresariales, estableciendo un régimen claramente progresivo sobre los beneficios de cada empresa, así como está hecho sobre los rendimientos en el IRPF. A su vez con ello ser capaces de establecer una relación de complementariedad entre ambos impuestos.

El actual si stema de imposición sobre el consumo rompe con dos de los principios de un sistema fiscal, el de la sencillez y sobretodo el de perceptibilidad. El consumidor no tiene presente de forma clara si los productos se han encarecido por factores inflacionarios o por factores impositivos, y en dicho caso, tampoco es capaz de asemejar dicho pago con una retribución social por parte del Estado. La reforma tendría que ser capaz de convertirlo en un impuesto más perceptible.

La escasa recaudación que se esconde detrás de los impuestos sobre la riqueza, su impopularidad y su relativa evasión ponen en cuestión su existencia. Su erradicación contribuiría a la reducción de costes en la administración tributaria, y a reducir la complejidad del sistema impositivo.

En definitiva, si se plantea una reforma fiscal, hay que buscar una mayor armonización entre dichos impuestos y entre las comunidades donde estos se establezcan. Presentando un sistema flexible, sól ido de base, pero manejable, para hacerlo consistente a lo largo del tiempo, y poderlo adaptar a la situación económica que impere. Y sobretodo, hacerlo perceptible frente al contribuyente o ciudadano, que observa dicho sistema como a un ladrón, y no como un instrumento que sirve para la provisión de bienes públicos y un mantenimiento del Estado de Bienestar.

Saludos,
Pere