La integración comercial interior de España recibió un gran impulso en la segunda mitad del siglo XIX. Anteriormente, las regiones eran economías relativamente independientes, debido a la presencia de barreras comerciales y a los altos costes de transporte. Durante el periodo entre 1860 y 1960 se consolida el mercado doméstico gracias a la liberalización comercial interior y a la finalización de la red nacional de ferrocarriles.