Se entiende generalmente que el sentido cívico de una sociedad significa el respeto que muestran sus ciudadanos hacia las normas de la vida colectiva, su implicación en la definición de estas normas y la prioridad que otorgan al interés general por delante de los intereses privados. En las democracias modernas, se entiende habitualmente que la buena ciudadanía supone la tolerancia ante la diversidad de opiniones religiosas y políticas, así como el apoyo a la idea de la igualdad de derechos para todos los ciudadanos, independientemente de su origen y género. Estas virtudes cívicas se han considerado durante mucho tiempo esenciales para la estabilidad de las sociedades democráticas y para su desarrollo económico (v. Putnam, 1993; Tabellini, 2008, o Guiso et al., 2011).