Lo que hoy en día entendemos ya como un fenómeno de emergencia climática es una amenaza para el bienestar de las personas en todo el mundo. Según un destacado estudio de Huber, M. y Knutti, R. (2011), se estima que, como mínimo, tres cuartas partes del cambio climático de los sesenta últimos años se deben a la actividad humana. Paradójicamente, las acciones que deberían llevarse a cabo para detener el cambio climático se encuentran con obstáculos y frenos como el problema del polizón o free-rider («¿por qué tengo que cambiar yo mis hábitos de consumo si ya lo hacen los demás por mí y me puedo beneficiar?») o la visión a corto plazo de los agentes (hogares, empresas y reguladores) que fomenta decisiones inadecuadas con un efecto perjudicial a largo plazo sobre el clima.