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La llegada de refugiados ha rebajado los precios de consumo un 2,5% en las zonas de acogida del sureste de Turquía

 – El IEB analiza el impacto económico de la llegada masiva de inmigrantes que se está dando desde el inicio de la guerra de Siria
– La llegada de nuevos habitantes en las zonas de mayor afluencia (Turquía, Líbano y Jordania) ha afectado el mercado laboral así como la distribución de la población nativa entre las ciudades de dichos países
 
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El Instituto de Economía de Barcelona (IEB) de la Universidad de Barcelona (UB) ha publicado el informe “Consideraciones económicas sobre la crisis de los refugiados en Europa”, una nueva edición de su IEB Report en la que analiza el impacto económico de la llegada de refugiados que está viviendo el continente desde el año 2011, con el inicio de la guerra de Siria. El estudio incluye cifras sobre el impacto en los precios al consumo, sobre el mercado laboral, así como sobre los efectos en el precio de alquiler de viviendas en las zonas de acogida (ciudades del sureste de Turquía).
En uno de los capítulos del Informe, el investigador del Banco Central de Turquía, Semih Tumen, cifra en 1,2 millones el total de refugiados que se registraron en Turquía en el periodo 2011-2014. A día de hoy, y sumando la población no registrada, el número se elevaría hasta los 2,7 millones. El impacto de su llegada ha sido especialmente visible en las ciudades del sureste del país, como Kilis, Hatay, Gaziantep, Sanliurfa o Mardin, donde los refugiados representan más del 10% de la población y, en casos como el de Kilis, se llegan al 38%.
Una de las consecuencias señaladas en el capítulo de Tumen es la bajada de los precios de consumo. Estima un efecto de caída en el IPC del 2,5% en estas ciudades de acogida, tanto en bienes como en servicios. Este descenso estaría directamente relacionado con la incorporación masiva de refugiados al mercado de trabajo informal, muy desarrollado en Turquía. Según los datos del investigador, un 60% de los refugiados están en edad laboral, por lo que la llegada de estos refugiados ha incrementado el número de potencial de trabajadores informales y que a su vez están dispuestos a trabajar por salarios más bajos que los que se les paga a la población nativa. De hecho, la caída de los precios en aquellos sectores que utilizan mano de obra informal llegó a ser del 4%, mientras que en sectores con menor presencia de informalidad los precios permanecieron estables.
Si bien este dato supone un “efecto positivo en el bienestar de los nativos”, también reduce la empleabilidad de la población local en el sector informal. El investigador señala que el ratio de ocupación entre la población turca en este mercado ha caído un 2,2% en estos años. De este porcentaje, la mitad habría pasado a la inactividad, mientras que el 32% estaría sin trabajo y el 18% habría encontrado ocupación en el mercado formal. Buena parte de esta población nativa sin espacio en el ámbito informal se encuentra en edad formativa, lo que explicaría el incremento en las inscripciones en los centros de educación secundaria y en las universidades de la zona en estos últimos años.
Finalmente, Tumen analiza los cambios que ha generado la llegada de refugiados al sur de Turquía en el mercado inmobiliario. El informe destaca que el precio de alquiler de viviendas ha crecido, en promedio, un 5,5% en la zona, con la particularidad que el arrendamiento de viviendas de baja calidad solo ha subido un 1,7%, mientras que la contratación de pisos de alta calidad lo ha hecho un 11%. El investigador lo relaciona con la marcha de los nativos de los barrios donde llegan los refugiados, buscando zonas que consideran mejores y más seguras.
Respuesta política divergente
El IEB Report también analiza la respuesta política que está dando Europa a la crisis de refugiados. “La situación no ha hecho más que poner de relieve las grandes diferencias políticas que existen entre los países miembros de la Unión Europea, con posiciones antagónicas respecto a las estrategias de acogida”, explica el investigador del IEB, Javier Vázquez-Grenno en su artículo de presentación. Tanto es así que en países como Bulgaria, Dinamarca, Países Bajos y Suecia la tasa de asilos favorables están entre el 70 y el 90%, mientras que en Polonia, Hungría y Letonia las peticiones rechazadas superan el 80%.
El recrudecimiento de la guerra de Siria provocó en 2015 la mayor crisis de refugiados en Europa desde la II Guerra Mundial, lo que llevó a la Comisión Europea a activar la Agenda Europea de Migración, con fórmulas de reubicación de los demandantes basadas en criterios como la población, el PIB total, la tasa de desempleo y las peticiones de asilo recibidas en los cuatro años anteriores. “Se trata de un buen primer paso, pero este sistema debe ir acompañado de dos medidas adicionales: la distribución eficaz de los costes y el de tener en cuenta las preferencias de destino de los demandantes”, resume el profesor de la Universidad Carlos III de Madrid, Jesús Fernández-Huertas Moraga.
El investigador considera que este método podría aplicarse en tres etapas a desarrollar por la Comisión Europea: una primera basada en la “asignación inicial de cuotas”, lo que trataría a los refugiados como bien público internacional, evitaría que la responsabilidad en el mantenimiento de los demandantes fuera únicamente del país de acogida y aseguraría una distribución equitativa de los costes potenciales de acogida; una segunda llamada “mecanismo de compensación”, que conllevaría la negociación entre países de acogida para los que la llegada de refugiados supone unos costes marginales altos y aquellos que podrían cumplir sus cuotas con bajo coste marginal; y, finalmente, la etapa “mecanismo de asignación”, en la que los refugiados ordenarían los posibles destinos por orden de preferencia. Esto no supondría que todos los demandantes pudieran acabar en el destino elegido como primera opción, pero sí que el criterio formaría parte de los algoritmos utilizados para la reubicación.
A pesar de los debates de método y teniendo en cuenta los resultados económicos del estudio, los investigadores coinciden en indicar que “en el caso europeo el esfuerzo de acogida no debería ser demasiado elevado, ya que el número de potenciales refugiados difícilmente supere los 4 millones para una población de la Unión Europa de más de 500 millones de habitantes”, como indica Vázquez-Grenno. Una cifra “irrisoria” en comparación con las que manejan países como Turquía, Líbano o Jordania, con 2,7 millones, 1,1 millones y 640.000 refugiados respectivamente.
El antecedente de Dinamarca
El IEB Report recoge las aportaciones de las investigadoras Anna Piil (Aarhus University) y Kristine Vasiljeva (KRAKA), que analizan la gestión que hizo el gobierno de Dinamarca ante la llegada de más de 76.000 refugiados entre los años 1986 y 1998. “El primer objetivo fue dispersar los inmigrantes por las regiones y los municipios del país de forma proporcional al número de habitantes y, justo después, conceder el asilo”, señalan. Esto permitió que muchos de los nuevos refugiados iniciaran su integración en municipios con bajas tasas de desempleo y una baja concentración de inmigrantes, lo que aceleró su incorporación al mercado laboral.
Sin embargo, las estadísticas señalan que el 26% de los inmigrantes no occidentales han encontrado su último trabajo gracias a sus redes de contactos, en especial otros inmigrantes. “Que les vaya bien en el mercado laboral no depende de la cualificación de los daneses, sino más bien de tener cerca de compatriotas con una posición relativamente alta. Esto se explica por la escasa comunicación que se da entre refugiados/immigrantes y autóctonos debido, entre otros, a barreras culturales e idioma”, explican las investigadoras.
Por otra parte, el país permitió entre 1986 y 1998 que los refugiados dejaran el municipio asignado y el resultado fue que, en un periodo de diez años tras lograr el asilo, el 50% de los inmigrantes se habían mudado de las zonas rurales a ciudades más grandes y en barrios con mayor densidad migratoria.