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El Instituto de Economía de Barcelona dedica su último IEB Report a analizar la imposición sobre los robots: por qué se deben gravar, cuáles serían las consecuencias y cómo se pueden gravar

  • No está claro cuál será el efecto final de los robots sobre el mercado de trabajo ni sobre las finanzas públicas, pero sí se coincide en señalar que aumentará la desigualdad salarial

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¿Tiene sentido gravar a los robots?

¿Es posible gravar a los robots mediante un impuesto sobre el hipotético salario que una persona cobraría si realizara el mismo trabajo que un robot? ¿O mediante un impuesto que grave el valor de los robots, como sucede con los vehículos? Estas son algunas de las preguntas del último IEB Report, titulado ‘La tributación de los robots’, coordinado por el investigador del IEB, José Mª Durán-Cabré.

No hace mucho la imposición de los robots se podía ver como ciencia ficción o como una tontería, pero desde que personalidades como Bill Gates o el Premio Nobel en Economía Robert Schiller han defendido la idea, ya forma parte del debate acerca del futuro de nuestros sistemas fiscales.

Un primer argumento para defender la imposición es por el negativo efecto de los robots sobre el mercado de trabajo. ¿La generalización de robots va a provocar un aumento del paro por la eliminación de numerosos puestos de trabajo que quedarán obsoletos? Y si eso es así, ¿van a bajar los ingresos impositivos?

Al respecto, Uwe Thuemmel, investigador de la Universidad de Zúrich, señala que la caída de las cifras de empleo total depende de si la automatización va acompañada de un aumento del empleo en otros trabajos y sectores (como ha sucedido en Alemania) o de si no ha sido así (como ha pasado en Estados Unidos). Por tanto, los estudios empíricos realizados hasta el momento indican que la repercusión de los robots industriales sobre el mercado de trabajo es variable y depende de cada país.

Asimismo, si la producción total aumenta, el importe pagado a los trabajadores también crecerá, en especial a los trabajadores cualificados. Por esta razón Daubanes y Yanni, investigadores de la Universidad de Ginebra y del HEC Montreal, respectivamente, señalan en su contribución que los ingresos impositivos no sólo no bajarán, sino que incluso subirán, siempre que la imposición sobre los salarios no sea regresiva.

No obstante, todas las contribuciones del IEB Report coinciden en señalar que la robotización provocará un aumento de las desigualdades salariales entre trabajadores cualificados y no cualificados, por lo que la imposición de los robots puede ser un instrumento a considerar si no se puede lograr reducir la desigualdad por otras vías.

 

¿Qué tipo de impuestos se pueden establecer?

Xavier Oberson, profesor de la Universidad de Zúrich, defiende que la imposición sobre los robots no es ninguna tontería, si bien es importante consensuar una propuesta, lo que sin duda va a requerir su tiempo. Primero, es necesario establecer una definición clara y viable del término robot, que en su opinión incluyera todo tipo de máquinas con inteligencia artificial, centrándose en la autonomía de los robots. Y, segundo, deberían examinarse las diferentes opciones de tributación para los robots, entre las cuales cabe destacar el gravamen de un salario hipotético imputado, un impuesto a la automatización basado en la proporción de ingresos con respecto al número de empleados, o un impuesto sobre el valor del robot.

Oberson incluso plantea la posibilidad de que los propios robots tengan personalidad jurídica, como sucedió en su momento con las sociedades, y, por tanto, desde un punto de vista jurídico tengan capacidad fiscal.

En su editorial, el investigador del IEB, José Mª Durán-Cabré destaca las que considera tres cuestiones fundamentales sobre el tema: primero, por qué se quiere gravar a los robots; segundo, cuáles serían las consecuencias de la imposición; y, en tercer lugar, cómo se podrían gravar. Durán-Cabré destaca que las tres contribuciones coinciden en señalar una mayor desigualdad como una consecuencia inevitable de la creciente robotización, tema sin duda ya candente en el debate actual sobre la fiscalidad. Asimismo, y como sucede en un número creciente de cuestiones relacionadas con la fiscalidad, las consecuencias de la imposición sobre robots superan las fronteras de los países y se debería plantear desde organismos internacionales. Actuar de forma unilateral podría ser contraproducente.

Durán-Cabré señala que no existe aún un consenso académico sobre si la imposición sobre los robots es el mejor instrumento al alcance del sector público, por lo que aún es necesario que los humanos expertos estudien el tema; queda, por tanto, tiempo antes de que un robot pueda, después de presentarse, contestar a la pregunta: «¿Tengo que pagar impuestos?».