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El estudiante de doctorado del IEB, Nicolás González, analizará el impacto de las inversiones urbanas en la configuración de las ciudades con la beca SEBAP

 · El IEB dedica su último ‘IEB Report’ a analizar las cifras sobre desigualdad y las políticas correctivas aplicadas desde la administración
La última crisis económica tuvo un fuerte componente generacional. Es una de las conclusiones expuestas desde la última edición del ‘IEB Report’, publicado por el Instituto de Economía de Barcelona (IEB) bajo el título ‘Desigualdad: medición y políticas’ y que está dedicado al análisis de la desigualdad. En su aportación, el investigador del Instituto de Políticas y Bienes Públicos y del CSIC, José Fernández-Albertos, muestra como en el periodo 2007-2013 la pobreza se “rejuveneció”. “El índice de pobreza entre la población de 16 a 29 añoso creció del 18,1% al 28,6%, mientras que este índice entre la gente mayor bajó del 25,5% al 11,4%”.
En su artículo ‘Crisis económica y desigualdad en España: una reflexión desde la política’, el investigador rebate la idea de que la crisis económica afectó sobre todo a las clases medias. “En términos distributivos, la recesión afectó especialmente a los más pobres, que vieron como creció la distancia entre sus ingresos respecto a los grupos medios”, argumenta Fernández-Albertos. De hecho, considera que “la subida del paro entre la población más joven, menos cualificada y con menos recursos del mercado” fue la principal causa del aumento de la desigualdad en este periodo.
El estudio considera que las políticas correctivas fueron dirigidas a la redistribución del gasto público a través de los subsidios por desempleo, pero su efecto fue insuficiente para rectificar la desigualdad, en parte porque estos subsidios no llegaron a los más afectados por la crisis, como fueron las familias jóvenes, niños y trabajadores precarios.
Asia modifica el mapa de la desigualdad
El profesor de la Università di Roma, Giovanni Vecchi, participa en el ‘IEB Report’ con el artículo ‘Desigualdad global: tendencias históricas’, en el que muestra como hay dos momentos clave en la evolución de la desigualdad entre países: en primer lugar, durante todo el siglo XIX, coincidiendo con la Revolución Industrial, que multiplicó la distancia entre el nivel de ingresos de los países que participaron y los que no. El segundo momento se inicia a finales de la década de los 80, coincidiendo con el crecimiento de las economías asiáticas, que provocaron una disminución en los índices globales de desigualdad.
“En nueve de cada 10 casos, los más beneficiados en el contexto económico de este último periodo son personas de clases medianas y bajas de las economías asiáticas emergentes. También han sido beneficiados los que forman parte del 1% con más ingresos a nivel mundial, que en su mayoría se encuentran en los Estados Unidos, Europa Occidental, Japón y Oceanía. Los más desfavorecidos por la globalización, en cambio, han sido los países africanos y, en menos medida, los países de Europa del Este”, explica Vecchi en su análisis.
La educación, el origen de la desigualdad
En su aportación ‘Desigualdad y movilidad en países desarrollados: medición y políticas’, el profesor de la University of Mannheim, Andreas Peichl, asegura que “la intervención en la etapa infantil a través de la educación tiene especial transcendencia sobre los resultados que se logran más adelante. De hecho, los países nórdicos, con grandes inversiones en primera infancia y clases inclusivas, son los que mejores resultados presentan en los índices de igualdad y movilidad social, mientras que los países anglosajones, con sistemas segregados, muestran grandes desigualdades”.
Políticas locales para un problema global
La investigadora del IEB, Sara Torregrosa-Hetland, aporta la editorial del ‘IEB Report’ con el artículo ‘Desigualdad: la asignatura pendiente’, en el que reflexiona sobre cómo la desigualdad es un fenómeno global sobre el que solo se están aplicando medidas a nivel local. “Las fuerzas de la globalización, con intercambios comerciales y financieros intensos a nivel mundial, tienen un papel destacadísimo entre las explicaciones de la desigualdad actual, pero las actuaciones correctoras de los gobiernos no tienen la capacidad de superar el ámbito nacional”. Torregrosa-Hetland considera que “el camino para reforzar las políticas redistributivas pasaría por intensificar la cooperación internacional para tener más capacidad de recaudar impuestos sobre el capital o las rentas altas”.